¡Es la cola madre, la cola del huracán!
¡Todos fuimos cola y cabeza, madre. Todos, madre!
Y ahora, todo son colas… Colas de muchas cabezas. Pero ya es
el final.
-Nunca se nace. Parir la vida, dura para siempre... Siempre
dura, la vida; contradictoria, efímera.
Mientras hablaba, alumbrada por una nueva estrella sobre su
cielo azul, ya casi rendida mi madre, dormía yo. Empezaba ella a desvanecerse
en sus contornos. Aciaga estrella, la ponía en pugna con el amarillo sol de
arriba que parecía pepita de oro como collar de nubes y abajo, como maldición
eterna, un suelo bermejo de sangre derramada. Yo, tenía pesadillas que llegaban
animadas. Asustado, entre cojines e ilusiones. Deformando la realidad de
creerme despierto, entendí que había consciencia: millones de cabezas con cola,
alborotados, corrían tras la comida, un huevo que llegaba una vez al mes y provocaba
trapisondas de consciencia. Un epitelio de ideas ajenas y propias que envolvían
mi estampa a manera de capa, a manera de placenta tricolor, amarilla, azul y
roja, con una estrella nefasta fuera de lugar. Consecuencia que me hizo
entender que mi "acaso" dependía de un tercero. ¡Ésta es tormenta
pasajera! El monstruo, el que sopla los vientos malos ya va de salida, madre.
¡Aguanta que hay que parir la vida!
-Acaso, al soltar el equipaje ¿Naceríamos en un suspiro?
–Pensaba mi madre.
Pobre, acariciaba su vientre,
anticipándose a mi juicio. La transformación del nudo ya había empezado,
imposibilitándome así, la capacidad de ser el artífice de mi destino: ensueño
intrincado entre quimeras y prototipos de vida, construidos para satisfacer el
centro de mi existencia o al otro ser latente que bifurca mi naturaleza,
convirtiéndome en dos independencias. Un mismo camino que eventualmente se
convertiría en dos paralelos; cada cual, artífice de su destino. Dos azares en
trayectoria de colisión. Mundos opuestos, triangulares. Uno invertido, el otro
erguido, como pirámides que se unen y forman una tercera; el nudo, surge de las
tres pirámides. Serán tres guerras. Ya libramos la primera, en la que el huracán
dejó a sus cuarenta y tres muertos. Y, los muertos, se voltearon contra él. Esa
es la cola del huracán que anuncia el final. Cola y cabezas.
-Dos que se convierten uno, mientras
el tercero se intuye eterno… -No entiendo porqué mi madre, saca cuentas raras.
Podía intuirla. Mi madre sonreía, mientras yo viajaba en un
cómodo más allá. Aquí y mi consciencia allá. Lejos. Lejos.
Lejos de parecer un extraterrestre, empezaba a adquirir
condición parasitaria. A pocas semanas, la relación del tamaño entre cabeza y cuerpo
empezaba a convertirme en un hongo. Lejos. Lejos.
Lejos de ser un nudo, parecía todo una pesadilla. Recurrente
la pesadilla. Re-ocurrente, se empeñaba en estar atada siempre a la trencilla de
sucesos por donde patina la vida en su pista de hielo, donde va cayendo en la
frialdad de fracasadas dictaduras, disfrutando de la modorra que me condenaría
a ser víctima de las circunstancias o verdugo de mi propio ser. Cretino,
sonriente, pastoso, conocía a mi otro yo. A ese que no hacía nada para espantar
al monstruo de los vientos malos. Esperando nacer. Esperando, nunca se hace
nada. Hay que nacer ¡Dejar de ser cola, madre! Estamos cerca aunque todo
parezca lejos. Lejos.
-Es la primera guerra, una mano negra que todo lo enreda.
Al parecer mi madre está sintiendo dolores… ¿Serán acaso, dedos
incorpóreos de influencias externas? Acusadores, empiezan a delatarla como el ser
interactuante, sociable y dispuesto a anularlo todo para la subsistencia del
ser silente. Esa, mi esencia introspectiva. Analítica, egocéntrica. Esa, la parasitaria
que provoca dolores.
-La certeza, es la gran mentirosa de un paraíso creado a
costillas de un mundo de apariencias. Los mundos aparentes sólo subsisten en
las mentiras, por eso son frágiles y provocan tanta sangre. –Mi mare, apretaba
entre sus manos la franja roja de la bandera, la que simboliza la sangre
derramada.
En tanto a mí ¿Qué lugar me espera? Cuando nace un ser, es
como si naciera todo un pueblo y cuando da a luz una madre, es como si lo
hiciera la patria. Yo, el ermitaño, luz interior de mis cavernas, debo litigar
con éste mi ser sociable, la madre que me está pariendo. Ese mundo de afuera no
acepta la independencia que les propongo. Está controlado por un estado
narcotizado, donde es mejor aparentar estar dormido, un narco estado. Contiende
con los principios básicos de las experiencias y trata de integrar a todas las
personalidades, ocultándose, disfrazándolas de anhelos, todos aquellos del mar
de la felicidad. Al que se oponga lo condena ¿Qué es la culpa? Especialmente, cuando
nunca se nace. Nos enrollamos. Nos enredamos, con el infortunio de no poseer un
imparcial veredicto. Viviendo como lo harían dos personas ajenas que comparten
un mismo cuerpo. Un géminis temporal. Mientras una actúa, la otra calla…
-¿Qué vienen a buscar los seráficos al tránsito de la
gravedad? Esta cola está en manos de ángeles caídos. Al perder la inocencia se
volvieron injustos, con los sueños y con las vidas. ¿De cuál fruto habrán
comido y de qué árbol lo habrán arrancado? Seres extemporáneos llenos de
revolución.
Según mi madre, la maldad no es atributo de aquellos seres
que aún no abren los ojos. Hay que abrirlos en vida, porque muertos con los ojos
abiertos, sabrá el Altísimo lo que entonces veremos. Es por eso que un tuerto
es Dios en tierra de ciegos. Lo que supongamos o impulsivamente hagamos,
legislará el desenlace. Por ahora seguimos enlazados y hechos nudo.
-A la cola de este mundo errante, le timonea su suerte el
caos del universo. Siempre hacia el frente en punta de flecha dejando a su paso
una estela de vivencias que forman una pirámide que invade con su estrella. Esa
es la guerra, la vida de la cual nunca se nace. Aquí, queda implícitamente correcto
redundar en sí mismo, decir que se es un ser que depende de un tercero, como si
la tercera parte de la razón, partiera de resultados matemáticos que en inicio
parecen abstractos y se divisan en conclusiones de un acierto buscado, a pesar
de que la suma de recuerdos al verse alterados por el tiempo y otros factores,
nada tenga que ver con las ciencias exactas, ni mucho menos con la realidad,
aún partiendo y dividiendo. Y en la historia todo se va olvidando. Partiendo,
ambos de axiomas. Es difícil definir, si los números y los puntos, al igual que
estas premisas, realmente existan o provengan de la imaginación humana, o sean
en todo caso, un conjunto mínimo de tautologías. De ahí que las interrogantes
simplemente sean. Si tercas, caprichosas, infantiles, sarcásticas, eso ya las
bautiza en otra dimensión, remitiéndolas de súbito a otros estratos. Mientras
sean, simplemente existen. Se perece al dejar de ser y el temor, recae en un
culto exagerado al ego, por eso existen. Mientras correspondan, existen porque sencillamente
se disfrazan. Pero, mientras acierten, entonces dejan naturalmente de existir y
se transmutan. Mientras transmuten, entonces vuelven a ser y se reanudan, abiertamente
como interrogantes de un mundo errante. Además de ángeles caídos, a esta cola
la controlan las interrogantes.
¿Porqué mi madre se la pasa horas mirando al cielo?
Cavilando. Pareciera que delira, la pobre. Haciendo cola bajo este sol que ya
no tiene ni pollo ni carne. Los cuarenta y tres muertos que dejó el huracán del
monstruo de los vientos malos, no se marcharon, están buscando al que tiene el
control de este narco estado. Y yo, siempre yo, esperando. Atando retazos de
certezas con el hilo de mi intuición. Así, obtengo divergentes, me encaminan a
un aparejo de marañas destinándome al punto de partida, confusión. Cada misterio,
un nudo en el camino transitado, con la curiosidad por norte…
-Siento que voy a parir en la cola. Y, aquí, ya nadie ayuda a
nadie. Al salir del huevo hijo mío, llevarás tu manojo de dudas, abiertas como
rosas que empiezan a engalanarse; cada divergente del dídimo ser, resultará un
artificio de bufones. ¡Ay! Siento que voy a parir. Aunque una voz me pide que
aguante. ¡Cúpula insuflada en excitación! La historia nunca cambia, se repite
con potenciación al infinito entre extraños elementos que disfrazan con arte a
una incógnita, mientras se inventan atuendos elaborados con las fibras de la
ilusión del acierto, pretendiendo definir algo en esencia singular. ¡Ay! Hoy, por
mis días transita una pesada gota de aceite que se escurre a lo largo de esta
cuerda llena de nudos; un rosario, arma del guerrero franela, que al dejarlo
suspendido, tomándolo con las dos manos, se convierte en una pirámide de cabeza,
la de la esperanza que contiende con la de la estrella invasora, adquiere entonces
dimensión femenina, poseedora de resguardo. ¡Ay! ¡Siento que voy a parir!
Parece que mi madre se detiene de una pared. ¡Hay que parir
la vida madre! Esperando, nada se consigue. La emotividad es tu temperamento.
Siento tus lamentos. Los cambios son cambios, y, llegan. Todo cambio es origen
de la materia. No permitamos, madre, que el monstruo de los vientos malos,
disfrace con un aparente el orden de aquello que en principio fue, es y seguirá
siendo caótico. Maniobras enredadas y místicas, como lengua de malabares,
lenguaje que parece haber nacido en un nudo de lenguas. De lenguas enredadas.
Lenguas que al hablar dicen una sarta de acertijos y mofas. Arcanos que me
eximen de toda responsabilidad, sólo así podré ser el tirano amado que busco
ser; enredando, haciéndolo todo un nudo, ante la imposibilidad de respuestas en
un mundo donde todo es añadido e incongruente a las verdades propias;
exhibiéndome tal cual ser egoísta, celoso, perverso, polimorfo y de ahí, lo
peor. Ególatra. Demagogo. Tiránico. El tirano amado que busco ser, con la
ambición de hacer prevalecer mi verdad, a pesar de que la incógnita siempre
fue, es y seguirá siendo, más relevante en un mundo que languidece de certezas.
Etérea propiedad indulgente, tránsito efímero, necesario para la permuta de las
cuarenta y tres almas. Imprescindible transmutación.
El centro de mi existir encuentra su debilidad inexorable en
la lucha de iguales, ideales y desiguales, buscando hacerse fuerte en la charca
de los peces voraces y desalmados. Transmuté de la inocencia a la
supervivencia, de ahí el gran tirano, competencia que me fue haciendo salvaje. Primitivo.
Cavernario. Ser, aún sin luz. Pintando sonrisas endiosadas de grandezas falsas,
encontré nuevamente condena. Preso de mi propio ego mientras prometía emancipación.
Como ese esperma feroz que nada y penetra el óvulo sin enterarse que su
instinto primordial, busca engendrar otro ego y otro y... Proceso que se
repite. ¿Cuántos egos en gestación habrán de tomar el control desde el vientre
de sus madres? El entenderlo me puso un poco atribulado y melancólico. Por eso
madre, hay que parir la vida. Te equivocaste al pensar que no hay maldad antes de
abrir los ojos. Heme aquí. Sí, tú madre eres la patria, yo soy el pueblo, el
gran conglomerado que contiende contigo madre patria.
Empiezo a transformarme. Siento que mi madre se pone triste y
aún ignorando sus razones externas, comparto sus sentimientos en este recinto
de introspecciones. La vida patina sobre una pista de hielo. Tristes tiranías
durarán lo que yo, el ser introspectivo, hijo de la patria, quiera. Eternas,
inexpertas, siempre resbalan. La vida resbala sobre un rayo de luz que surca el
universo.
-Correr para salvar la vida, hijo. El régimen aprieta con su
mano negra. Hay francotiradores sobre las azoteas. Tú no los ves pues no has
nacido, eres un pueblo entero que no puede ver porque no ha nacido. Le disparan
a blancos escogidos pero una bala perdida puede acabar con todo. Y al final ¿De
qué sirve todo, si nunca se nace? Son los estudiantes que luchan… Heroicos
estudiantes. ¡Siento que voy a parir!
Taciturno. Acostumbrado estoy madre a mi pendón de soledad,
quedo adherido a la procesión de cuerpos tendidos y a la carrera de cuerpos
despiertos, a pesar de ya no sentirme tan señero, me vuelvo introspectivo.
Viajando inmensurables distancias por los triforios de las catedrales de mis
interrogantes, descubriendo, observando, invirtiendo el análisis para dejar de
contradecirme y hacer el camino un poco más afable, un poco menos subjetivo,
menos tuberculoso. Toda verdad queda relegada a mundos más espirituales,
enredos de nubes, neblinas y nebulosas, para volver a ser lo que siempre fui,
soy, seré. Dos personas atadas a la supervivencia del hambre y de la trascendencia.
Un momento soy. Aquel, en el que mi ser de afuera, es capaz de matar, y
conseguir la fama.
Un momento soy que no debería estar aquí. Es mi otro yo el
culpable de esta situación. Yo, simplemente el producto del crimen y la
consecuencia de los hechos. No logro entender sin embargo, todo el amor que
acompaña a la tristeza, por eso sigo amando, amo a mi otro yo, al externo. Amo
a los que viajan conmigo, mientras el tirano se disfraza de pueblo e insiste en
que soy yo…
Reanudo entonces el inicio de este monólogo. Acerca de...
¿Qué? Es mi sentencia. De tener la respuesta me condenaría aún más, pues el
proceso inquebrantable se repetiría, dando paso a que una nueva interrogante
haga su arribo.
Sucumbo ante las limitaciones de la materia. Es un trabajo
muy arduo, ese de andar buscando axiomas, el de querer hacer ciencia; cuando es
la esencia, la que está emitiendo aromas incógnitos. Insondables. Abisales.
Efluvios que solamente la fe puede desentrañar para no caer
en cualquiera de los vacíos del yo, donde la "Y" es apoyo y la
"O" un túnel, que visto a la inversa es la mira, el enfoque. La
"Y" un tirachinas, la "O" el perdigón, arma mortal del ego.
YO. Me encuentro hecho un nudo y por eso me cruzo de brazos. Así, hecho nudo de
brazos cruzo las piernas y también quedo hecho nudo de piernas, esperando el
desenlace. Pero sé que ya es el final…
...Imperó el mutismo en la sala. Un silencio momentáneo,
definitorio de eternidades. Un silencio analítico y asertivo, liquidado con un
suspiro, un soplo de razón, dinamo de una causa, motor de una vida.
Entre los pocos espectadores, se incluían algunos estudiantes
del nuevo derecho penal.
No estaba claro porqué se le acusaba. Sin abogado defensor, a
pesar de haber debatido él mismo su defensa, quedaba un poco a la deriva por su
desconocimiento de leyes.
Inclinándose sobre su asiento y apoyando los brazos sobre el escritorio,
la jueza, después de haber lanzado un suspiro preguntó al acusado:
-¿Tiene algo más que agregar la defensa?
Ante la negativa, guardó unos segundos más de silencio...
-Por ser ésta la corte más común -prosiguió- la indulgencia,
recaería en una falta catastrófica. Aquí no se juzga, únicamente se condena. La
imparcialidad está por encima de todo juzgado. Los que por aquí pasen, serán unos
condenados mas nunca juzgados.
El delito –dijo con tono imponente- agazapado como animal
hambriento, espera afuera de la sala a todo incauto. Incautos son aquellos que
se creen grandes y poderosos. Incautos quienes se dejan enredar en los nudos de
la existencia. Aquí adentro no existen infractores. Infractores después de
cumplir con el fallo y de hacer con sus apetencias lo que mejor venga en gana.
Aquí, nos encontramos en la corte de la vida...
Tomó el mazo y con un golpe proclamó sentencia:
-Cadena perpetua-.
Solamente pude recurrir a una frase que me diera la libertad:
-Siempre he sabido que se puede ir más lejos, en la
imposibilidad de no tener a donde ir. Nacer, cuantas veces sea necesario y
concluir con la primera guerra.
Mi madre, empezaba a parir en la cola…
…Ya es el final madre.
Jun. 2012